Antes de las 9 am, Dunnie Davis ya está en la fila para recibir su vacuna contra COVID-19. Dunnie, de 72 años, es un residente de Gateway, en Willowbrook, una residencia independiente frente al Martin Luther King, Jr. Community Hospital. Las enfermeras y el personal del hospital llegaron esta mañana para vacunar a los residentes mayores de 65 años, aquellos que han vivido con el mayor riesgo durante el último año de la pandemia.
Los miembros del personal sacan ampollas de la vacuna de Pfizer de las neveras y las enfermeras preparan sus puestos con almohadillas de alcohol y bandas adhesivas. En minutos, los residentes hacen fila y se sientan en las estaciones, mientras se arremangan. Dunnie, con los brazos ya descubiertos y con una camiseta negra, apenas puede contener su emoción.
Diez años atras, Dunnie sufrió un aneurisma cerebral. Desde ese momento, ha hecho del cuidado de su salud una prioridad absoluta. Eso incluye protegerse del virus. Como patriarca de la familia, tiene cinco hijas, 20 nietos y seis bisnietos que forman una familia muy unida y que buscan su orientación.
"Existe el estigma de que las personas negras mayores, debido a la historia, no ven con buenos ojos las nuevas medicinas y vacunas", dice. "Pero hay 30 personas que están esperando que las llame y les diga qué pasó. Están esperando porque tienen miedo, pero yo estoy dando el ejemplo. Puedo decirles: "¡Lo hice, me siento bien!".