Del hospital a las calles

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Desde su niñez, Arthur ha entrado y salido de hospitales acompañando a su padre, que luchaba contra el cáncer de próstata. “Me traen recuerdos de momentos no muy felices”, asegura. Su madre había fallecido, su padre estaba muriendo y Arthur comenzó a pasar de un familiar a otro en Nueva Jersey, pero nunca encontró un hogar. Durante un largo tiempo, esos recuerdos de la infancia persistieron. “Nunca me gustaron mucho los hospitales”, dice.

Cuando Elsa, una enfermera practicante y líder del equipo, y Beth, otra enfermera, conocieron a Arthur hace dos años, habían ido a visitar a otros pacientes que vivían en un terreno baldío en 86th y South Broadway en el marco de Medicina Callejera, un departamento nuevo de MLKCH.

La idea de la medicina callejera había estado rondando durante más de 20 años, pero en los últimos años había cobrado mayor relevancia. Si bien los programas tienen diversos enfoques, el objetivo central es el mismo: llevar la atención médica directamente a los pacientes sin hogar en el lugar donde se encuentren.

Para quienes ya desconfían de los sistemas sociales o tienen antecedentes de abuso y trauma, entrar a un hospital o a una clínica puede resultar estresante. “La vulnerabilidad cobra otro significado para [estos] pacientes”, dice el Dr. Sarat Varghese, director médico de Medicina Callejera y Medicina Hospitalaria en MLKCH. “Pero si observamos los servicios a domicilio o de atención médica preferente en áreas acomodadas, a las personas les va bien porque los servicios se brindan en su entorno seguro”.

En los últimos dos años, solo en California se obtuvieron más de 50 programas de medicina callejera. MLKCH ha dado un paso más: el sistema de salud cuenta con uno de los primeros departamentos de medicina callejera certificados por el estado.

Como equipo de atención primaria, Elsa, Beth, los coordinadores de extensión comunitaria Juan y Rodolfo y los médicos no solamente tratan a los pacientes en el lugar donde estén, sino que también entablan relaciones mediante visitas de seguimiento cada tres semanas. La organización para atender a sus aproximadamente 400 pacientes es en realidad muy simple: un camión blanco equipado con suministros médicos, una mesa plegable y un par de banquetas. Pero de esa forma, pueden proporcionar un amplio rango de atención: entrega de medicamentos, desinfección de heridas, extracción de sangre y cualquier otra cosa que pueda necesitar un paciente, todo a pasos de la carpa o casa móvil del paciente. Si los pacientes necesitan atención más intensiva, el equipo puede organizar el traslado al hospital.

La necesidad en el sur de LA es clara: MLKCH brinda servicios a aproximadamente 10,000 personas sin hogar todos los años a través de su sistema de salud. Al vivir en las condiciones difíciles y complejas de las calles, los problemas médicos de los pacientes suelen no tratarse hasta que ponen en riesgo su vida. Muchas personas cuyas necesidades no son críticas terminan con repetidas visitas a la sala de emergencias por problemas que podrían haberse tratado con controles regulares.

Esto fue lo que sucedió con Willie, un paciente que el equipo ha visitado durante los últimos seis meses. Se lo puede encontrar alrededor de los bulevares Beach y Firestone, divirtiéndose con sus amigos. Pero antes de que la Medicina Callejera se convirtiera en su equipo de atención primaria, Willie no la pasaba bien. Tenía dolores intensos y gangrena en una pierna a causa de una vieja herida de bala, y solía entrar y salir de la sala de emergencias. Fue necesario amputarle la pierna, procedimiento que realizó el Dr. Myron Hall de MLKCH.

Desde su recuperación, Willie se convirtió en un paciente de Medicina Callejera y recibe toda su atención sin moverse de su cuadra preferida. La constancia fue fundamental para garantizar la estabilidad de su salud. “Me hicieron controles de los pies, las piernas, la presión arterial, el corazón”, cuenta Willie. “Sé que vendrán y, cuando vengan, aquí estaré”.

En su adultez, Arthur se mudó a Los Angeles temporalmente para acompañar a su hermana tras una tragedia familiar. Pero le gustó la ciudad y se instaló en una casa en 87th Street en el sur de LA. Tuvo muchos empleos (venta telefónica, venta de herramientas industriales, chef personal) pero hace tres años perdió su empleo y ya no pudo pagar su vivienda. Sin otras opciones, Arthur pasó a vivir en una carpa en un terreno baldío a solo unas cuadras de la que era su casa.

Cuando Elsa y Beth conocieron a Arthur hace dos años, habían ido a visitar a otros pacientes en la zona. A pesar de su rechazo a los hospitales, le tomó cariño al equipo de inmediato. “Nos reímos y bromeamos mucho. Su mentalidad en cuanto a la vida en las calles es muy buena”, afirma Arthur. Y agrega “Dan muestras de que realmente les importa”.

Arthur se convirtió en paciente de Medicina Callejera sin poner un pie en un hospital. La atención que recibe va más allá de la medicina. La Medicina Callejera conectó a Arthur con trabajadores sociales y coordinadores de seguros de MLKCH. Ellos lo ayudaron a inscribirse para tener seguro dental y de salud, a entrar en un programa de asesoramiento laboral y a abordar el proceso de tener sus documentos legales nuevamente en orden, algo que es casi imposible de mantener cuando se vive en las calles.

Ahora, ya hace casi dos meses que Arthur vive en un alojamiento temporal en un motel, y está en buen estado de salud. “Se mantuvieron a mi lado. Me decían ‘¡Toma tus medicamentos!’ y no se rindieron”.

Tanto Elsa como Beth crecieron en el sur de LA y, antes de brindar Medicina Callejera, atendían pacientes en el Departamento de emergencias de MLKCH. Vieron con sus propios ojos la magnitud de la necesidad de atención médica de calidad que hay en la comunidad: en una sala de emergencias pensada para atender a 35,000 pacientes al año, MLKCH recibe a 120,000 o más. Para ambas, el trabajo toca una fibra sensible. Al atender a los pacientes, “veo a mis tíos, mis tías, mis primos”, cuenta Beth. 

La demanda de Medicina Callejera aumenta. MLKCH está formando más equipos de atención y equipando camiones con los fondos recaudados por la fundación para expandir su alcance. El Dr. Varghese imagina un futuro con equipos que puedan proporcionar atención más especializada, como tratamiento del VIH, atención de hospicio, salud de la mujer, entre otros. Otro aspecto único del departamento es que todos los residentes médicos de MLKCH reciben capacitación para brindar medicina callejera como parte de su práctica clínica y aprenden a tener en cuenta el contexto de los pacientes sin hogar, por ejemplo, que la falta de refrigeración hace imposible la administración de ciertos medicamentos.  

Ya se observan resultados medibles que prueban el valor que la medicina callejera tiene para el sistema de salud. Las readmisiones en internación y en la sala de emergencias de pacientes sin hogar disminuyeron un 14 % desde que MLKCH lanzó Medicina Callejera hace dos años. Además, los pacientes se reúnen regularmente con su equipo de salud: un notable 99 % se presentó a sus visitas programadas. 

Para Elsa y Beth, su trabajo también conlleva algo incalculable. Trabajar con tanta cercanía con los pacientes, que te inviten a su carpa o a su mesa, crea una intimidad que le da una dimensión diferente a la atención. “Podemos identificarnos con [nuestros pacientes] cuando conocemos su lucha y los peligros a los que se enfrentan”, dice Beth. “Nosotras elegimos tener esa conexión con nuestros pacientes”, agrega Elsa. “Y terminamos queriéndolos mucho”.

 

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